Luego de casi tres años de profundas crisis existenciales, me enfrentaba al momento que tanto había esperado desde que tomé la decisión de estudiar una maestría: sustentar mi tesis. Al terminar la sesión, reflexioné, entre otras cosas, sobre las razones que me impulsaron para llegar hasta ese punto.

5 razones para estudiar una maestría

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Luego de casi tres años de profundas crisis existenciales, me enfrentaba al momento que tanto había esperado desde que tomé la decisión de estudiar una maestría: sustentar mi tesis. Una vez escuché que estaba aprobada, sentí un gran alivio. No obstante, al salir del salón en el cual se realizó este rito, reflexioné, entre otras cosas, sobre los motivos que me impulsaron para llegar hasta ese punto.
  • Transformarse a sí mismo. En los primeros seminarios de investigación de maestría, los estudiantes parecemos inclinarnos por plantear preguntas ambiciosas y soluciones a problemas complejos. En el transcurso del proceso, las expectativas empiezan a reducirse y moldearse a las exigencias de los sistemas educativos. Al final, hay un descubrimiento y es que no es fácil cambiar la realidad porque desborda, desde todo punto de vista, las posibilidades de individuos finitos con recursos limitados. Sin embargo, una maestría podría inaugurar una sensibilidad antes insospechada con otras formas de habitar el mundo que abren nuevas perspectivas de análisis para resaltar y celebrar la complejidad de la existencia. Entonces recuerdo dos máximas de la vida posmoderna que ahora me hacen mucho sentido: que los pequeños cambios marcan grandes diferencias y que “la vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia delante”.

  • Especializarse en un tema. La experticia es una habilidad bien valorada por las empresas en esta época; una forma de ser experta es estudiar una maestría que otorgue un certificado. En Colombia, según datos del Ministerio de Educación Nacional (2016), a diciembre de 2015, se registraron 1.465 maestrías, 384 de ellas en las áreas de Ciencias Sociales y Humanas, 298 en Ingeniería, Arquitectura y Urbanismo, 292 en Economía, Administración y Contaduría, 175 en Ciencias de la Educación, 132 en Matemáticas y Ciencias Naturales, 118 en Ciencias de la Salud, 36 en Agronomía y Veterinaria, y 30 en Bellas Artes. Como se ve, un amplio rango de alternativas. Claro que también existen otros caminos para aprender, como las 10.000 horas de práctica que propone Bill Gates.

  • Aprender a investigar. Las herramientas teóricas y conceptuales que ofrece una maestría podrían servir para entender qué significa investigar y cómo se hace en cada rama del conocimiento. Hay que notar, sin embargo, que una maestría no es garantía de ello. La elevada oferta de programas en Colombia y su diversidad no deben entenderse como sinónimo de calidad; también es bien sabido que las universidades cumplen una función especial en el mercado que podría leerse como fábricas de profesionales. De ahí que los procesos de formación puedan verse afectados por la premura de engrosar las estadísticas en la búsqueda de alcanzar acreditaciones o reconocimientos institucionales. Entonces valdría la pena preguntarse ¿cuántas investigaciones destacadas han obtenido resultados prometedores para el “avance de las ciencias” en dos años, tiempo que generalmente dura una maestría?

  • Ser una estudiante eterna. La sabiduría popular dice que una persona nunca deja de aprender, y creo que es verdad. Sin embargo, tener formalmente la condición de estudiante representa algunas ventajas que no podrían obtenerse si no existiera este vínculo con las instituciones de educación superior, entre ellas, descuentos, acceso a bienestar universitario, posibilidades de empleo dentro del claustro, entre otras.

  • Conseguir un puesto de trabajo mejor remunerado. Aunque lo anterior se basa en la creencia de que el estatus es directamente proporcional a la cantidad de títulos, no es la regla; hay noticias de casos en los que profesionales universitarios especializados ganan menos dinero que técnicos o tecnólogos, o profesionales sin posgrados. No se trata, de ningún modo, de demeritar el conocimiento o las capacidades de alguien, sino de reflexionar sobre esta creencia bien difundida en los contextos universitarios y sociales que desconoce que el mercado laboral actual le apuesta a las competencias y a la experiencia, más que a los diplomas.

July Alejandra Castro Hernández


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