Luego de casi tres años de profundas crisis existenciales, me enfrentaba al momento que tanto había esperado desde que tomé la decisión de estudiar una maestría: sustentar mi tesis. Una vez escuché que estaba aprobada, sentí un gran alivio. No obstante, al salir del salón en el cual se realizó este rito, reflexioné, entre otras cosas, sobre los motivos que me impulsaron para llegar hasta ese punto.