
Imágenes: primera por Daniel Bravo, segunda por Ana Carolina Daza
Según las más recientes estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicadas en el 2018, en el mundo más de mil millones de personas viven con algún tipo de discapacidad, es decir que alrededor del 15% de la población presenta esta condición. En América Latina se ha reportado que aproximadamente el 10% de la población total (85 millones) tiene algún tipo de discapacidad. Para Colombia, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) en el censo del 2005, en el país hubo aproximadamente 2,6 millones de personas con discapacidad, las cuales representaban el 6,4% de la población colombiana. De estos, el 9,1% tenían discapacidad motriz, el 14% discapacidad sensorial, el 34,8% discapacidad cognitiva, y el 19,8% discapacidad mental. Se estima, así mismo, que el 22,5% de las personas en condición de discapacidad son analfabetas.
Según la Fundación Saldarriaga Concha sobre la educación inclusiva en Colombia (2018), el 56,8% de las personas con discapacidad que se encuentran entre los 5 y los 20 años están vinculados a procesos de formación básica; sin embargo, solo el 5,4% de estas personas logran terminar el bachillerato.
De acuerdo con las anteriores estadísticas sobre nivel educativo, cabe destacar la importancia que tienen las escuelas inclusivas para las personas con discapacidad (PCD). La educación es un proceso gradual mediante el cual se transmiten un conjunto de conocimientos, comportamientos, valores, costumbres, actitudes y formas de actuar que el ser humano debe adquirir y usar a lo largo de toda su vida, todo ello para poder desenvolverse de manera activa y participativa en sociedad. De allí la importancia del construccionismo social en la educación incluyente ya que esta perspectiva teórica propone que los seres humanos son el resultado de procesos sociales. El mecanismo de entender, y comprender el entorno no es dirigido automáticamente por la naturaleza, sino que resulta de una empresa activa y cooperativa de las personas que hacen parte de este proceso (docentes, padres de familia, comunidad).
El construccionismo social considera la inclusión como una reflexión o dispositivo de intercambio social, es decir como algo que se construye en la vida cotidiana a partir de una reciprocidad entre sociedad-persona. Así mismo intenta superar la dualidad objeto-sujeto al desarrollar una teoría alternativa del funcionamiento de la ciencia que desafía la idea de conocimiento como representación mental, sostiene que el conocimiento no es algo que la gente posee en la cabeza sino algo que la gente hace junta: el lenguaje es esencialmente una actividad compartida (Gergen, 1993. p. 10)
Por lo tanto, podemos concluir que el éxito de una educación incluyente es el resultado de personas preparadas para este tipo de desafío, lo que implica modificar acciones y generar prácticas inclusivas. Desde esta perspectiva social (comunicación-negociación), se construyen nuevos ideales que permiten atender a toda la población en su diversidad es decir transformar los sistemas educativos a fin de que respondan a la diversidad de los estudiantes que promuevan una sociedad más dinámica y abierta a las diferencias.