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Enfrentándose a fenómenos no tan nuevos, pero sí preocupantes por su nueva visibilidad social, como el acoso escolar, la violencia entre estudiantes, la disolución de la autoridad docente, la crisis de valores, el choque entre culturas juveniles y la cultura dominante, etc. Así pues, se trata de un problema que afecta a todos los ámbitos de la vida de los niños y jóvenes. Nadie debe ignorar que este hecho no surge como fenómeno típicamente escolar, ni se puede considerar como aislado del cambio que las relaciones sociales y familiares han experimentado en general, durante los últimos tiempos.
La convivencia y el respeto a las normas es absolutamente necesario para conseguir una enseñanza de calidad. Ninguna sociedad por muy sencilla y rudimentaria que sea puede funcionar sin normas y reglas de convivencia. También en todo grupo humano se dan unas características y propiedades y entre ellas están las normas de grupo. Estamos afirmando que si han cambiado las relaciones sociales también han cambiado las relaciones escolares. Por tal razón, los cuatro pilares mencionados al principio indican que la escuela como institución social y la clase como grupo necesitan para poder cumplir sus funciones y para poder existir humanamente unas normas de respeto y convivencia y que exista un control del cumplimiento de las mismas. Además, la institución educativa debe sentar las bases de unas reglas y normas que faciliten el bien común al cual todo miembro del grupo debe adherirse.
De esta manera, de acuerdo a los cuatro pilares de la educación propuestos por la UNESCO, “aprender a conocer“ implica que el desarrollo cognitivo debe completarse con el desarrollo emocional es decir que la educación debe orientarse al pleno desarrollo de la personalidad del alumno: cognitivo, emoción, sentimientos. Las emociones están presentes en toda nuestra vida por ello formar adultos dignos es tarea también para la familia, aunque la escuela tiene gran parte de responsabilidad, ya que la realidad de nuestras familias es bastante precaria, no teniendo condiciones básicas para esa educación integral. “Aprender a hacer” implica favorecerlos de una metodología diversificada manteniendo un clima armonioso y saludable para un eficiente aprendizaje, medir los estándares de convivencia en sus hogares, posterior a eso entrar a evaluar comportamientos, entornos y medios de comunicación. “Aprender a vivir juntos”, ligado al manejo adecuado de la inteligencia emocional, implica saber quién es el otro, esto se logra creando espacios alternativos donde puedan hablar de sí, de sus experiencias, sus ansias, dificultades, temores, alegrías. “Aprender a ser” identificados por la sociedad como ciudadanos seguros y amados con función social digna, tratados como individuos activos, críticos y equipados de conocimientos reconocidos y valorizados.
Con respecto a esto en el departamento de Boyacá se han seguido Encuentros Provinciales de Convivencia Escolar que “tienen por objeto ayudar a las instituciones educativas a conocer estos temas, pero, sobre todo, a saber, cómo en un trabajo interinstitucional se pueden apoyar los casos que se presentan para buscar las mejores soluciones dentro de lo posible”, explicó el ex secretario de Educación, Juan Carlos Martínez Martín. Este trabajo interinstitucional liderado por orientadores implica conocer y practicar los cuatro pilares reconociendo que el estudiante es la clave en el proceso de la mejora de la convivencia, que construye, que se comunica e interactúa en una sociedad competitiva y que se le debe garantizar la supervivencia y la integración en la sociedad como ser participativo, crítico y creativo lo que permitirá construir, establecer y seguir normas para un bien común.