
Imágen: Tomada de www.greatschools.org
El apoyo a nivel internacional de la UNESCO y la OCDE (2009) han determinado que la inclusión es el enfoque preferido para proveer de formación a estudiantes con necesidades especiales. Las condiciones que se requieren para facilitar una inclusión exitosa son las mismas que contribuyen a la mejora general en la calidad de la educación y a altos niveles de rendimiento de todos los estudiantes. La educación inclusiva requiere de cambios en el enfoque y las prácticas, pero además cambios estructurales que deben verse como una aproximación al desarrollo de todo el sistema escolar.
La OCDE también ha identificado las prácticas de educación inclusiva como elementos claves en las reformas educativas. “Los derechos de los estudiantes con discapacidad de ser educados en sus colegios locales son cada vez más aceptados en la mayoría de los países, y muchas reformas se están implementando para lograr esta meta. Además, no existe ninguna razón para segregar a los estudiantes con discapacidad en los sistemas públicos de educación. Es más, los sistemas educativos requieren ser revisados con el fin de que respondan a las necesidades de todos los estudiantes” (OCDE, 1999).
La educación inclusiva es un modelo social que transforma la educación de las personas con discapacidad, en este contexto busca posibilitar que el estudiante adquiera conocimiento y desarrolle habilidades, actitudes y hábitos que contribuyan a su bienestar mental y social. Sin embargo, para atender estudiantes con diversas necesidades se debe contar con una organización sistémica que converge en: accesibilidad física adecuada a las necesidades de los estudiantes, formación de maestros para que puedan educar a esta población, currículo incluyente, con técnicas de enseñanza, en la cultura y en la comunidad que provea los soportes que este tipo de educación requiere.
Para lograr esta dualidad inclusión-equidad se deben tomar medidas para prevenir y abordar todas las formas de exclusión y marginación, vulnerabilidad y desigualdad en el acceso, participación y finalización de la educación, así como en los procesos y los resultados de aprendizaje. También requiere considerar la diversidad entre los estudiantes como una oportunidad para mejorar y democratizar el aprendizaje.
Es indispensable que todos los actores educativos involucrados en el proceso de enseñanza se aseguren de garantizar la igualdad de oportunidades, reconocer las distintas capacidades, ritmos y estilos de aprendizaje de los estudiantes, y promover una educación que fomente los derechos humanos a fin de propiciar el desarrollo pleno e integral de todos, lo que a su vez demanda construir o adaptar espacios que contribuyan a la plena integración de una comunidad educativa diversa, pero lo más importante es que los maestros conozcan mucho mejor a sus estudiantes.
Se debe continuar en la búsqueda de generar unos principios compartidos, para promover metodologías, enfoques, estrategias, programas de formación que a largo plazo logren la transformación de actitudes con respecto a la población con discapacidad y la generación de procesos y procedimientos que garanticen una prestación de servicios inclusivos, con resultados medibles en cuanto a calidad de vida y a principios de equidad.